La plantilla actual del comedor del colegio Miguel Hernández está desbordada. A día de hoy solo hay activos tres de los cinco trabajadores que componen el equipo y, uno de ellos está trasladado de forma provisional de otro centro educativo de Málaga, en concreto del Isaac Peral de Alhaurín de la Torre. “Queremos ofrecer el mejor servicio a los alumnos porque amamos nuestro trabajo, pero ¿no sé dan cuenta que nos resulta imposible?”, explican a Ole Benalmádena.
Lo que a primera vista parece que se centra en un problema única y exclusivamente de falta de personal esconde una problemática mucho más profunda, y desconocida por la ciudadanía, que tiene a estos trabajadores en un estado de estrés y ansiedad continuo. El motivo principal por el que han decidido hablar, según subrayan es, “porque ya no podemos más”.
La media de edad de estos tres empleados sobrepasa los 60 años y dos de ellos están acogidos, o a la espera de aprobación de expediente favorable, a movilidad por Salud Laboral, es decir, son personas que debido al desempeño de su trabajo están aquejados de alguna enfermedad o dolencia por lo que la Administración, tras cumplir con todos los procedimientos e informes necesarios, les aprobó un traslado a otro puesto dentro de su área de especialización, pero cuyo desempeño no afecte a su salud.
En concreto, ambos fueron trasladados en su día al centro de menores Francisco de Asís de la vecina localidad de Torremolinos, pero cuando la Junta procedió a su cierre en abril, ante la carencia de personal en el colegio Miguel Hernández, empezaron a desempeñar su labor en el servicio de comedor de este centro educativo.
Con un gesto de impotencia, cuentan que “tuvimos que pasar por muchos trámites para probar que no podíamos desempeñar nuestro trabajo por motivos de salud para que nos diesen un puesto acorde a nuestra situación médica y ahora nos vemos, incluso peor, que antes de que pedir el traslado”. Las dolencias de estos trabajadores no les permiten realizar ciertas tareas, pero ahora o las ejecutan, «o no sale adelante la comida diaria para alumnos».
Ninguno de los tres tiene la cualificación profesional de jefe de cocina, aunque se ven obligados a desempeñar sus tareas. Los comedores escolares funcionan en su organigrama como cualquier restaurante y, por ende, este cargo además de supervisar y controlar todo lo que se hace en la cocina, también realiza una serie de tareas burocráticas tales como son la lista para proveedores, el control de fechas de alimentos, la organización de cámaras frigoríficas, entre un largo etcétera.
Además, como en cualquier comedor escolar, hay alumnos con distintas alergias y/o intolerancias alimenticias por lo que han de elaborar a diario, ciertos menús específicos para estos estudiantes y obviamente, seguir las recomendaciones nutricionales que exige la Junta de Andalucía, como garante de calidad de su servicio de comedor en los centros educativos andaluces.
Y si no tuvieran bastante con al alumnado propio del Miguel Hernández– que supera los 250 comensales-, también han de dar de comer a los niños de El Panal, que empezó el curso sin contar con las instalaciones adecuadas para prestar este servicio y que la Administración autonómica trasladó al Miguel Hernández.
En algunos centros educativos, los monitores de comedor se encargan de poner y quitar las mesas y de desinfectarlas a cada momento, pues no se puede olvidar que los colegios siguen unos estrictos protocolos de higiene con motivo de la pandemia. En el Miguel Hernández los monitores, según se queja la Ampa, “solo vigilan a los niños, porque la Junta no quiere pagarles una hora más, que es lo que se necesita para poner las mesas y, ¿quién lo hace?: pues los trabajadores de cocina”.
La plantilla se siente “desamparada”. Aseguran que “esto va a acabar del todo con nuestra salud pues venimos a trabajar con dolor físico, ya que por algo nos trasladaron al centro de menores, en el que solo había una docena de comensales”. Subrayan que también su salud mental se está viendo afectada por la situación que vienen viviendo estos meses y es que, según incide una de las empleadas, “yo trabajé toda la pandemia y ahora ni siquiera quieren darme los días libres que me corresponden para que al menos pueda tomarme un respiro, descansar algo y recuperarme físicamente, y obviamente tampoco quieren pagarme esos días”.
El personal de cocina del Miguel Hernández subraya que “nadie se imagina la presión que tenemos a diario para sacar el trabajo adelante” y están de acuerdo en que la solución pasa porque “se contrate a gente nueva y nos devuelvan a nuestros puestos de origen”.
En definitiva, tres ayudantes de cocina realizan las tareas de cinco –incluyendo las propias de un jefe de cocina-, se hacen cargo además, de la comida de los alumnos de El Panal mientras adecúan las instalaciones de este otro colegio, ponen y quitan las mesas y se preocupan por el cumplimiento de las medidas preventivas por el covid, siguen las recomendaciones nutricionales impuestas en la confección de los menús, realizan otros tantos específicos para los niños con alergias alimentarias e intolerancias, no pueden acceder a sus legítimos días de vacaciones y/o asuntos propios porque «nos dicen que como hay falta de personal es imposible» y además, soportan un empeoramiento de su salud física, reconocido, según inciden, por Salud Laboral -que en su día les aprobó el traslado a otro puesto de trabajo por tal motivo-, a lo que cabe sumar la presión del día a día por “hacerlo todo lo mejor posible, pues no podemos olvidar que damos de comer a muchos niños, y para nosotros son lo más importante”.
Por su parte, la Ampa del centro educativo benalmadense teme que, en vista de este panorama, “el comedor cierre o nos impongan un servicio de catering, pues parece ser que los políticos responsables lo único que tienen en cuenta es que la solución al problema sea la más barata posible”. Denuncia que “ni siquiera piensan en los alumnos que tenemos adscritos al plan Syga”, un programa de solidaridad y garantías alimentarias que da cobertura en los comedores escolares a menores escolarizados de familias en riesgo de exclusión social, para quienes el almuerzo que hacen en el colegio se erige, en la mayoría de las ocasiones, como la comida central del día ante la falta de recursos económicos en el seno familiar.
Las Ampas de Benalmádena no dejan solos a los trabajadores
Los tres trabajadores del comedor del Miguel Hernández no están solos. La Ampa del colegio se está desviviendo por reclamar soluciones “reales” para el servicio de comedor. Además, por iniciativa de la Ampa del Poeta Salvador Rueda –que sufrió “las consecuencias” por el traslado de su jefa de cocina de forma provisional al otro colegio- se está preparando un escrito con una batería de reivindicaciones que trasladarán de forma conjunta a la Junta de Andalucía y que, según informan, “ya cuenta con el apoyo gran parte de las Ampas de los colegios de Benalmádena”.
Los implicados insisten en que “con la calidad de la comida de nuestros hijos no se juega y con la salud de los trabajadores de nuestros comedores tampoco”. No entienden como “una Administración puede llevar un año sin cubrir una baja por jubilación, o poner a trabajadores en los comedores que precisamente fueron trasladados a otros tipos de centros por enfermedades o problemas de salud causados por su trabajo”.
Las Ampas benalmadenses no están dispuestas a “callar” e insisten que, “haremos todo lo que esté en nuestra mano para que se hagan nuevas contrataciones y dejen de tirar de soluciones baratas y sin sentido, que lo único que han provocado es mermar los servicios de comedor de tres colegios y poner al límite a unos trabajadores que lo dan todo a diario, pero que ya no pueden más”.