
Las obras mal planificadas se multiplican por toda la ciudad. No terminan un tajo cuando ya han abierto el siguiente. Esta es la tónica diaria en Benalmádena: calles levantadas, señalización deficiente, personas mayores atrapadas en sus casas, comercios asfixiados y una ciudad paralizada.
¿Y qué dice el alcalde Lara? Siempre lo mismo: o la culpa es de Víctor Navas, o que «las obras son molestas». ¿Entonces, para qué queremos un alcalde si es incapaz de asumir una sola responsabilidad?
Lo curioso es que muchos de los proyectos que Lara está ejecutando vienen del anterior mandato socialista. A día de hoy, aún no ha puesto en marcha una sola iniciativa de su propio programa electoral. Pero gobernar también implica supervisar, planificar y resolver. Y en eso, el PP de Lara ha fracasado. Nadie está satisfecho.
Lejos de remangarse, prefiere invertir más de 300.000 € en cambiar logotipos, rotular taxis, autobuses y marquesinas, diseñar sobres y carpetas… Dinero público destinado a postureo institucional. Mientras tanto, reforma su despacho dos veces en dos años, tapiza sofás y compra cafeteras nuevas. Eso sí, todo pagado por los contribuyentes. Mientras tanto, la economía municipal empieza a notar los efectos de su desgobierno: Benalmádena ha sido intervenida por la Consejería de Hacienda.
Estamos oficialmente tutelados, como si fuéramos una ciudad incapaz de gestionar sus propios recursos. Y cuando toca alzar la voz para exigir un nuevo hospital, más colegios o institutos para Benalmádena, el alcalde calla. No vaya a molestar a sus jefes. Y así nos va.
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