Este 8M el feminismo volverá a sacar a la calle a miles de personas, pero este miércoles ya no será una manifestación para reclamar o reivindicar. Este 2023, el movimiento feminista exige que se cumplan las leyes, los acuerdos, los convenios y demás compromisos alcanzados en todos estos años en pro de la igualdad y, bajo el grito de “hartas de las violencias machistas”, hacer valer los derechos de las mujeres, los derechos humanos.
Hablamos con Pilar Iglesias Aparicio, militante feminista que pertenece a la Asociación de Mujeres Feminista Puntos Subversivos, que forma parte de la Federación Feminista Gloria Arenas.
Tanto Puntos Subversivos como la Federación Feminista Gloria Arenas participan en la Coordinadora 8M Málaga, que pusieron en marcha varias asociaciones feministas en 2009, para organizar la manifestación y otras acciones en torno al 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, con carácter siempre reivindicativo de los derechos de las mujeres, de manera independiente de los actos que puedan organizar las diferentes instituciones en sus ámbitos correspondientes.
Este miércoles, en palabras de Iglesias, “hay que exigir que se haga efectivo lo que ya tenemos en la teoría, y para eso hace falta dinero, suficientes personas preparadas y que rindan cuentas de en qué se invierte el dinero”.
Recalca que “resulta escandaloso que estando en 2023, después de un impulso tan fuerte del movimiento feminista y con leyes tan completas de potenciación de la igualdad y de prevención de violencia machista, se den las situaciones que vivimos de violencia extrema contra mujeres y niñas por cuestión de su sexo”.
Como bien dice Iglesias, que en nuestra sociedad se haya alcanzado a nivel legislativo un buen marco para la igualdad de derechos entre hombres y mujeres supone un gran logro, pero a la vista de las estadísticas queda claro que no es suficiente. Por esta razón, lo que el feminismo exige este miércoles es que las mujeres tengamos en la práctica, y no solo sobre el papel, las mismas oportunidades, la misma libertad y los mismos privilegios. Se exige igualdad real, y por supuesto, con los recursos económicos y profesionales suficientes para hacerla efectiva.
Las mujeres viven relaciones de desigualdad a diario en todos los ámbitos de su vida, tanto en el laboral, como educativo, afectivo sexual, familiar y social. Puede que algunas de ellas, tal y como nos explica Pilar Iglesias, “pasen su adolescencia y juventud en el espejismo de la igualdad, pero cuando empiezan a vivir en pareja y afrontan la maternidad, este espejismo se les cae de golpe al suelo”. A su juicio, más allá de que no siempre existe una mentalidad entre hombres y mujeres de que los trabajos de sostenibilidad de la vida (los que se conocen como “labores del hogar”) deben estar repartidos por igual, el principal problema es “que hay una escasez de servicios púbicos brutal”.
En este punto, refiere por ejemplo la inexistencia de una red completa y suficiente de escuela pública y gratuita de 0 a 3 años. “En España se ha retrasado la edad de nacimiento de las criaturas y eso va unido a generaciones anteriores, en las que se dieron matrimonios muy jóvenes y que ahora, que son abuelos, están haciendo una segunda o tercera vida laboral cuidando de nietos. Esto a las empresas les viene fenomenal y a los poderes públicos ni te cuento, pues ahorran en servicios públicos, pero es una solución totalmente falsa, porque en la próxima generación ya no va a servir”, apunta.
Las abuelas guardería es una trampa, que, a su juicio, propicia que “no haya más rebeldía contra la falta de servicios públicos por parte de los padres y madres”, que viven además saturados por las exigencias sociales, que les sobrecarga de responsabilidades en torno a la socialización y crianza de sus hijos.
En el caso de la pareja en la que hay corresponsabilidad “se mete al padre y a la madre en el saco de compartir la precariedad porque ni la sociedad, ni los poderes públicos, ni las empresas, asumen suficientemente la cobertura de las necesidades sociales reales, ni los horarios laborales se equilibran, sino que, al contrario, lo que se dan son jornadas que se dilatan con horas extraordinarias camufladas”, haciendo imposible una conciliación real de la vida personal, laboral y familiar tanto de las mujeres como de los hombres.
Si bien es cierto que las mujeres hacen más concesiones laborables que los hombres, Iglesias también subraya cómo si no cumples con ese rol impuesto socialmente te tildan de mala madre. “Este timo se viene realizando a lo largo de la historia -nos cuenta-. Se dio también después de la II Guerra mundial en EEUU, cuando a las mujeres que eran nietas y biznietas de aquellas que habían luchado por el voto, se las presiona para la vuelta al hogar. Está muy bien recogido en algunas películas como Las Horas o La sonrisa de Mona Lisa, por ejemplo. A estas chicas, con carreras universitarias, las invitan a volver al hogar, a unas casitas de esas típicas estadounidenses, muy aisladas, con muchos electrodomésticos, y se inventa eso de que la casa debe estar muy limpia y que sus hijos deben ir a muchas actividades extraescolares a las que les deben llevar ellas. se hace toda una mística de la feminidad en la que se las convence de que ser buena madre es cuidar de su familia”.
Esto que parece que queda tan lejos, es el pan de cada día de la mayoría de las mujeres, pues en la actualidad “no se les da alternativa de un tipo de lactancia u otro, hay que dar de mamar a demanda hasta que los niños ya son grandes, hay que respetar el colecho hasta lo máximo, hay que apuntar al crío a mil actividades fuera del cole… y si no se cumple con todo, les hacen sentir culpables”.
Iglesias tiene claro lo que habría que hacer con todos estos mandatos, que suelen llegar tras dar a la luz: “los hay que mandar directamente a la mierda. Ya ha llovido mucho y muchas mujeres se han dejado la piel en el camino para volver a estos pensamientos obsoletos”.
El peso de la cultura patriarcal que nos rodea no es fácil de soportar, por lo que la “educación es clave”, así como “encontrarse con otras mujeres que hayan hecho una reflexión feminista y no acepten las cosas por el hecho de que les digan que son así, es fundamental para hacer el clic y comprobar que una no está sola”.
Iglesias resalta que obviamente “siempre es más fácil aceptar aquello que apuntala lo que ya está instituido y no lo que lo cuestiona, máxime a un nivel tan profundo como es nuestra familia, nuestras relaciones íntimas”.
Las diferencias en la educación y socialización en función al género son otro lastre: “Se cría al varón para ser el centro del mundo y a la chica para estar al servicio de los demás, para empatizar con los otros, estar guapa para ellos… Hay niñas adolescentes que aceptan relaciones coitales con sus parejas sin buscar su propio placer solo para que no les dejen… todo es vivir para que los otros sean felices sin que cuente el bienestar de la mujer”.
El balance de los datos sobre los derechos de las mujeres alrededor del mundo es como poco escalofriante. Hay países, en la actualidad, donde la mujer se encuentra supeditada al deseo y control masculino, en los que necesita autorización por parte de su padre, marido o hijo para estudiar, trabajar o incluso practicar deporte, en los que no tiene ni voz ni voto, en los que desde la tierna infancia ya están disponibles para contraer matrimonio, en los que se las puede asesinar si se sospecha que han cometido adulterio, en los que se practica la mutilación genital femenina… En nuestro país, las cifras de muertes de mujeres a manos de sus parejas o ex parejas, – esa violencia machista en el espacio privado, que debería ser seguro y que proviene de personas cercanas, queridas-, y las violaciones, son aberrantes.
Diariamente las mujeres también se ven expuestas a otros tipos de violencias, como la institucional, la simbólica, psicológica y verbal… Y da igual si cumplen o no con el estereotipo patriarcal creado para ellas, viven en la constante amenaza de ser violentadas por el simple hecho de ser mujeres.
A juicio de Pilar Iglesias, “la mayor evolución y la más difícil que puede hacer una mujer es decirse a sí misma que es el centro de su vida. Aprender a decirse sí a ella antes que a los demás”.
No se confundan, la desigualdad de la mujer es una cuestión que nos concierne a toda la sociedad. “Una sociedad en la que todas las personas no puedan gozar de los mismos derechos por su sexo”, no sé si para ti, pero para mí, no es una sociedad ni próspera, ni sostenible, es una sociedad inhabitable.
MANIFESTACIÓN 8M

