sábado, junio 14, 2025
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¿Tienes un troll en tus redes sociales? Conoce lo que dice la ciencia sobre su personalidad

Lo usual es utilizar nuestras redes sociales como una herramienta más de comunicación. La gran ventaja es que nos permiten comunicarnos con amigos o desconocidos de cualquier país y a tiempo real. Este mundo en línea ha propiciado que más personas expresen sus opiniones, sean escuchadas, pero también ha abierto las puertas (y las ventanas, nunca mejor dicho…) a un nuevo escenario de intimidación, proliferación de noticias falsas o conscientemente dirigidas a la manipulación de la opinión pública.

En este escenario también nacen terminologías que han ido evolucionando como la propia internet y en este punto, surgen nuevas definiciones sobre los llamados troll (trol) y hater (la línea que los diferencia es muy difusa en la actualidad).

En la década de finales de 1980 y principios de los 90, esto de trolear se focalizaba más a una especie de broma en línea por parte de personas que se escudaban en el anonimato que ofrecía la red. Pero, el troleo clásico, como le llaman ahora, degeneró rápidamente y pasó de la mofa a las tan molestas publicaciones irritantes y constantes realizadas con el propósito simplemente de llevar la contracorriente, que al final convierten las redes en un territorio inhabitable para el debate y la conversación civilizada.

Seguramente, has sido testigo de estas prácticas en alguna conversación en un grupo de Facebook, en la que de pronto, alguien suelta a propósito algo incendiario, molesto o grosero y, por lo general, fuera de tema para descarrilar la conversación que la gente está teniendo en línea en ese momento.

Los estudios psicológicos realizados en torno a los trolls desde su salto en escena, apuntan a “personas con tendencia al aburrimiento, con mucho tiempo libre, con necesidad de protagonismo, que necesitan de estimulación constante y sin capacidad de generar metas a largo plazo”.

En nuestros días, se ha vuelto a experimentar una nueva evolución en las prácticas de los trolls, que ya no se esconden bajo un seudónimo, sino que, al contrario, ondean en la red su nombre y apellidos. Del troleo clásico, de la mofa o la intención de molestar por diversión, se ha pasado hoy día a un significado de troleo generalizado para describir algo parecido a «acoso», siendo en realidad un tipo muy específico de ciberacoso o ciberbullying.

Quizás pienses que las personas detrás de cada troleo que vemos en las redes sociales a diario, -pues suelen ser de lo más insistentes-, son verdaderos genios, que siempre encuentran las palabras exactas o tienen la foto justa para cada momento… puede que incluso lo encontremos divertido, pero trolear también es una manera de sacar a flote los rasgos de nuestra personalidad, como prueba de ello existen numerosos estudios científicos realizados por universidades internacionales, cuyas conclusiones ponen la piel de gallina.

Investigadores de la Universidad Brigham Young (BYU), en Estados Unidos, publicaron recientemente en la revista Social Media and Society los resultados de un estudio en el que se argumenta cómo quienes comparten ese tipo de contenido (trolls o haters) tienen los rasgos de personalidad de la tríada oscura (narcisismo, maquiavelismo, psicopatía) junto con schadenfreude, una palabra alemana que describe a alguien que siente placer por las desgracias de otras personas.

Aquellos con schadenfreude, según los investigadores, consideran que comportarse como trolls es una forma de comunicación que enriquece, en lugar de obstruir, la discusión en línea. Debido a este punto de vista, no les preocupa cómo sus palabras o acciones afectan a los que están al otro lado de la pantalla ni a sus víctimas. Para ellos, el trolleo no se percibe como destructivo, sino simplemente como un medio para que tenga lugar el diálogo.

La psicopatía (insensibilidad al sufrimiento ajeno, falta de remordimientos o empatía ), el maquiavelismo, (manipulación al estilo de «el fin justifica los medios») y el narcisismo (creer que somos los más importantes del mundo y nos merecemos todo), según los psicólogos consultados “son tres rasgos diferenciables entre sí, pero que comparten altos niveles de insensibilidad emocional, impulsividad o tendencia a ser manipuladores”. (¿Da un pelín de miedito, no?)

Otro de los estudios consultados, sugiere que los trolls más agresivos pueden tender a tener una alta empatía cognitiva, lo que les permite identificar cuándo están apretando los botones de otra persona, pero una baja empatía afectiva, lo que les permite evitar sentirse mal o internalizar el sufrimiento que provocan.

A veces llamamos troll a un perfil falso con el que nos hemos topado -pero por desgracia son tantos los ciberdelitos existentes que una cuenta falsa puede ser creada para muchos propósitos y no únicamente para acosar o molestar-. El verdadero troll en nuestros días está sorprendentemente siempre activo, más que nada porque dedicarse al troleo puede volverse una adicción y además, necesitan alimentar su necesidad compulsiva, egoísta, de reconocimiento social. Viven en su propia tragicomedia, a veces se describen como la víctima y otras como los salvadores, creen que es su deber hacer pública su opinión pues entienden que están en posesión de la verdad absoluta… no pueden alejarse del teclado pues dependen de la popularidad virtual para dar sentido a su existencia.

Los trolls, -cuyas opiniones y comentarios no tienen la menor repercusión en su perfil personal-, encuentran el escenario perfecto para actuar en los grupos con alto índice de seguidores de las redes sociales. Y normalmente, será en grupos grandes donde nos topemos con facilidad con ellos puesto que si nos atacan en nuestro perfil, saben que con bloquearlos nos libramos en un clic de su molesta presencia virtual. Aunque cuando nos encontramos con estos personajes en redes son fácilmente detectables, vamos a ver algunos patrones que suelen seguir a rajatabla.

El troll es persistente y casi siempre está fanatizado en temas específicos y por ello, es capaz de ir de grupo en grupo y de foro en foro predicando sus creencias y opiniones como si a alguien (además de él y otros fanáticos) les interesara.

Reacciona a la defensiva ante cualquier comentario crítico o cuando se formula alguna opinión contraria a la suya y no te extrañe que, si eres tú el que le has dado tu opinión te googlee en cuestión de segundos para buscar algo con lo que poder atacarte pues cuando le contradices, tiende a invalidarte en forma intelectual o personal. Buscará minimizarte, reducirte en importancia o valía, y te asocia con sus emociones negativas y hostiles (esto, según nos indican expertos en psicología, pone de manifiesto también cierta personalidad infantiloide y un retraso en el desarrollo emocional).

Elabora posts a diestro y siniestro, que luego coloca en todos los sitios que encuentra relacionados al tema o no, pero que selecciona por la suma que tengan de seguidores o fans. Obviamente, sus escritos son casi siempre una estéril conjunción de ideas propias y ajenas expresadas en forma erudita, basada en elementos no definitivos o en fuentes sesgadas y parcializadas con su propia opinión (pero que él considera como las únicas fiables); o consisten en polémicas o críticas contra las opiniones con las que está en desacuerdo.

Trata de intimidar a los otros participantes mediante el uso erudito de fuentes que alardea de manejar de primera mano, pero sobre las cuáles en realidad solo cuenta con un conocimiento parcial mal asimilado. De hecho, afirma sus opiniones como si fuesen hechos absolutos e irrebatibles y sin disposición a que dicha opinión se vea modificada por los argumentos que puedan ofrecer los demás.

El troll ve el debate como un modo de demostrar que es superior a los demás participantes (casi siempre, esto es debido a un mecanismo psicológico que busca compensar su mediocridad e irrelevancia personal en la vida real. Muchos de los estudios científicos publicados a lo largo de estos años examinan los méritos y credenciales personales y profesionales de estas personas, y constatan que en la mayoría de los casos, dichos méritos son muy pobres y casi nulos).

Si todo esto te suena y conoces a alguno, lo mejor, destacan los expertos, es ignorarlo, no incitarle con respuestas. El problema más molesto llega cuando el troll es hiriente, (también denominado hater pues como explicaba antes, ahora mismo es difícil diferenciarlos con exactitud porque en cierto modo se han, por decirlo de alguna forma, fusionado en su modo de actuar), y persigue a una persona para hostigarla, publica información privada suya sin su consentimiento o la humilla e insulta públicamente un día si y otro también… Según explica, José Ramón Barrada, profesor de psicología en la Universidad de Zaragoza, en el Heraldo, “hay gente que trolea porque disfruta con ello, pero otros tienen un problema de salud mental y para estos últimos regular su propia conducta es problemático”. Muchos de ellos ni siquiera se identifican como trolls (¡incluso califican de trolls a los demás para descalificarlos!).

Entiendo que no es fácil dejar pasar dardos que hacen daño (yo misma he entrado en alguna ocasión al trapo porque estos tipos han llegado a sacarme totalmente de quicio), pero algo en lo que coinciden todos los expertos es en la recomendación de “no dar de comer a los trolls”.

Según Barrada, “ser objeto de troleo puede ser una experiencia muy desagradable. Algunas personas piensan que internet no es la vida real y que, por ello, lo que ahí pasa no debería afectarnos. Pero no es así. Las redes, nuestra vida en internet, indudablemente es vida. Que te estén buscando para ponerte de los nervios es desagradable. No todas las personas reaccionan igual, pero sufrir troleo es factor de riesgo para problemas emocionales, como ansiedad, depresión y estrés”. Evidentemente al troll estas consecuencias no le importan en absoluto.

La libertad de expresión es fundamental, pero siempre desde el respeto y la tolerancia. Con el troll nunca se llegará a un punto de entendimiento pues como ves, no busca el debate, quizás debido, como afirman los recientes estudios científicos porque “poseen rasgos de personalidad oscuros”.

En el caso de los más jóvenes, sus tutores deben estar alerta respecto a las redes sociales pues través del tiempo, el bullying ha evolucionado adaptándose a los cambios del mundo y, desafortunadamente, la tecnología ahora juega un rol importante en varias formas de acoso entre jóvenes y el troleo no es solo cosa de adultos, sino la gran plaga de internet. 

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