¿Qué espectador no se ha sorprendido al ver un anuncio de Coca Cola en una película del oeste; o un reloj de pulsera en la muñeca de un guerrero medieval? Ambos son deslices de producción, no voluntarios, que se conocen como anacronismos, una inconsistencia temporal en la que algo (un objeto, una persona, un libro, un tiempo…), perteneciente a una época posterior, no se corresponde con el que le es propio. Derivado del griego “anachronismos” la palabra significa literalmente “contra el tiempo” y puede ser “paracronismo” cuando los hechos, personajes, etc., del pasado se sitúan en una época posterior. Por ejemplo: una cuadriga romana circulando por una autovía. El caso contrario se conoce como “procronismo” es decir, situar hechos u objetos de una época posterior en una anterior. Sirva el ejemplo ya expuesto: un reloj digital en la muñeca de un caballero templario. Muchos de ellos son errores no deseados de producción que se pueden detectar, especialmente, en películas históricas, con ejemplos muy conocidos que señalamos más adelante. Otros, por el contrario, son anacronismos intencionados, utilizados especialmente en comedias con el objeto de producir un efecto humorístico. Una de las primeras películas en usar anacronismos fue Tres edades (1923) de Buster Keaton (incluye un partido de béisbol de la Edad de Piedra y problemas de tráfico modernos en la Roma clásica).
Por otro lado, es interesante destacar que estos anacronismos a los que nos venimos refiriendo, que aparecen concretamente en el cine, y especialmente en los filmes históricos, sorprenden y caracterizan a las generaciones que hemos crecido y nacido con el “Séptimo Arte”. Esto es algo lógico, ya que el progreso de la arqueología y de las ciencias han contribuido a que los espectadores consideren los anacronismos como algo ofensivo o erróneo. Sin embargo, esto no ha sido así siempre. Hasta el siglo XVIII los anacronismos eran habituales en las obras de pintores o escritores porque los artistas plásticos o los dramaturgos asimilaban sus personajes a su propio tiempo. Rafael, por ejemplo, representaba a sus vírgenes con atavíos renacentistas y los artistas flamencos hacían lo propio con características de Flandes, y no es que estos artistas desconocieran los trajes de época, se trataba de una elección propia, ya que sus intereses estaban más preocupados por la composición, y el hecho de que los acontecimientos que narraban ocurrieran en otro tiempo era algo secundario para ellos. En cierto modo, las producciones de ahora utilizan el anacronismo para provocar un efecto. Las representaciones actuales de obras clásicas de Shakespeare (Titus, Romeo y Julieta), Lope de Vega (La moza del cántaro) o alguna versión de Jesucristo Superstar pueden usar caracterizaciones tanto de su época como actuales o incluso futuristas.
Entre los ejemplos más llamativos al respecto rescatamos Braveheart (1995), dirigida por Mel Gibson (rodada en Irlanda), considerada una de las películas más inexactas de la historia del cine. Una de los anacronismos más vistosos es la famosa falda escocesa (Kilt) que se popularizaría 400 años después. La acción transcurre en el siglo XIII (el héroe escocés William Wallace murió en 1305). A pesar de ello, le darían un Oscar por el vestuario. Otro detalle es la pintura azul que lucen los guerreros y que habían sido utilizadas por los guerreros celtas y pictos en tiempos pasados.
Otro ejemplo (esta vez rodado en España) es El Cid (1961), película dirigida por Anthony Mann (exmarido de Sara Montiel). Entre otros anacronismos se pueden observar guerreros musulmanes con zapatillas deportivas (el Cid murió allá por 1099), o la manía machacona de repetir hasta la saciedad la palabra “España”, cuando la idea de nación no aparecerá hasta mucho más tarde, con los Reyes Católicos, o el detalle chusco de entrar victorioso en Valencia (era realmente Peñíscola) a ritmo de pasodoble roza lo extravagante. Otras escenas se rodaron en Belmonte (Cuenca) y Manzanares (Madrid).
Otro de los ejemplos más llamativos es Troya (2004) dirigida por Wolfgang Petersen y rodada en Malta, México e Inglaterra. Para empezar, nunca hubo una batalla en Troya (actual Turquía) de grandes ejércitos por una simple razón demográfica: no había población para juntar 10.000 hombres. Son innumerables los anacronismos, incluyendo que se desarrolla en la Edad del Bronce, cuando no existía el hierro o no se sabía curtir el cuero para hacer armaduras o las apariciones de llamas, cuando este animal es autóctono de Perú.
Para finalizar, en 2000 se estrenaría Gladiator dirigida por Ridley Scott. Ambientada en la Antigua Roma, fue rodada en Inglaterra, Marruecos y Malta. Por citar algunos uno de sus muchos anacronismos, en una de las escenas aparece un perro pastor alemán, cuando se sabe que esta raza no aparece hasta finales de 1800 o algún desliz como algunas gafas de sol entre el público del circo. Son solo unos pocos ejemplos de inexactitudes o anacronismos del inmenso material existente en películas que se han rodado y, que en esta ocasión hemos querido ver con otra mirada.
- Rosa Mª Ballesteros es Historiadora y Vice-Presidenta del Ateneo Libre de Benalmádena