miércoles, enero 22, 2025
Vixuart

El reloj

La manecilla del reloj seguía su camino sin mirar atrás, resuelta a llegar lo más adelante que pudiera, sin descanso. Su paso sonaba en el silencio de la estancia.

Habían quedado con unos amigos, por lo que estaban preparándose para salir de la casa. Ella había pensado en el tiempo que tenía antes de la cita, se había dado minutos para cada cosa que tenía que hacer: asearse, ver que ropa se ponía, poner agua a los perros. Todo le cuadraba, miraba el reloj y pensaba que incluso podría sentarse, relajada, un momento antes de salir.

Él miró el reloj de soslayo, como no queriéndolo ver. También tenía que asearse, vestirse, pero para él, el tiempo era difuso, se concentraba en lo que estaba haciendo. Para él, la manecilla no existía, oía las voces de su pareja achuchándole para que se diera prisa, contestaba que ya le quedaba poco, no entendía los nervios de su pareja y claro, los minutos seguían pasando.

Ella notaba su ansiedad brotar, cosa que le fastidiaba. Siempre quería llegar a tiempo, incluso algo antes, sin prisas, pero él no paraba en eso, no le incomodaba llegar tarde: lo veía normal. Y así salían de la casa una vez más, como tantas otras, algo enfurruñados, no sabiendo si llegarían a tiempo o no, repitiendo una escena habitual.

Mientras tanto, ajena a lo sucedido, la manecilla proseguía inalterable su camino.


Francisco Marín Urrutia, médico especializado en Rehabilitación, es miembro del Ateneo Libre de Benalmádena.

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