Si oímos hablar del casco de un héroe de la segunda Guerra Mundial, los planos desaparecidos de La Alhambra o las memorias de un judío que era familiar de Albert Einstein, la lógica nos lleva a ubicar estos objetos en museos internacionales de renombre o en colecciones privadas de personalidades famosas o empresarios con grandes fortunas, pero en este caso en concreto, todas estas rarezas tienen un curioso e impensable nexo en común: el mercadillo de Benalmádena. Y es que, si ya uno se va a casa contento si encuentra en el rastro una ganga o esa pieza que ya no se fabrica de ese aparato que guardamos en el desván porque nos costó un ojo de la cara, hallar un tesoro de la índole de los que rescata el perito judicial y tasador de antigüedades, Jose Fernández, tiene que ser algo similar a sentirse, -aunque sea por un momento-, como un auténtico Indiana Jones.
Más allá del valor económico de estos tesoros, el benalmadense ubica su verdadera valía en “rescatarlos del olvido” y quizás por ello, se autodefine como un “recuperador histórico” que disfruta muchísimo de la emoción de estos descubrimientos, pero le otorga más importancia “a donarlos para que todos puedan disfrutar de ellos y conocerlos, pues son parte de la historia y patrimonio de la humanidad y merecen ser compartidos”.
Su último hallazgo son las memorias de Walter Bohne, un judío proveniente de una familia pudiente que narra en 254 páginas la historia de sus ancestros desde el siglo XVIII, pasando por sus propias vivencias durante la I y la II Guerra Mudial, y su posterior huida a Nueva York. Un sorprende descubrimiento en el que ya han posado sus ojos varias editoriales para convertirlo en un libro, que, por lo conmovedor del testimonio y la curiosidad de la historia, está llamado a ser un éxito. Estas memorias están mecanografiadas, -una parte en francés y otra en alemán-, e incluyen anotaciones personales del autor, así como varias fotografías y dibujos.
Según explica Fernández a Ole Benalmádena, “es costumbre de las tradiciones judías el recordar a sus antepasados a través de escritos”. Estas memorias en una primera parte, recopilan un listado de los ancestros del autor a modo de árbol genealógico para después ir desgranando sus vivencias en los años 30 y 40. Bohne provenía de una familia adinerada de comerciantes que, según cuenta él mismo, durante la segunda Guerra Mundial huyeron hacia Nueva York y Suiza.
Fernández apunta que resulta curioso leer como en el documento, se habla “del primo Albert Einstein”, que era familiar de la esposa del autor, y de quien se recogen “distintas vivencias y momentos familiares compartidos”. También presta una especial atención a otro de sus primos, que parece ser que era “el más rebelde” y que fue capturado por la Gestapo.
El autor además de compartir momentos importantes de su vida y de la de sus familiares, cuenta con detalle lo acontecido en el mundo a lo largo de las distintas épocas rememoradas, y recopila noticias recogidas en publicaciones y noticieros, contextualizando históricamente más si cabe el relato de sus experiencias de vida. El que encontró Fernández parece que no es el único ejemplar de estas memorias pues en las mismas, el protagonista hace constar que hace 9 copias al objeto de distribuirlas entre sus familiares puesto que su finalidad principal era que la historia de los suyos no se perdiera y las nuevas generaciones supieran con total con certeza de dónde provenían.
La historia de Bohne acaba, o al menos en su escrito, cuando tiene 45 años. En aquella época cuenta que vive en Nueva York dónde se cambió el nombre por el de Walter y se reinventó profesionalmente como pianista. Fernández explica que “logró cosechar cierto renombre en este ámbito pues he encontrado incluso partituras con copyright, por lo que se puede afirmar que le fue bien como pianista”.
Otro de los hallazgos en el mercadillo por parte de este perito calígrafo y experto en arte que han llevado a Benalmádena a ocupar titulares en informativos nacionales y rotativos de renombre, son los planos perdidos de La Alhambra, que precisamente este mes serán donados por Fernández al Patronato de Granada al objeto de que se les dé el lugar que merecen. La carpeta con los planos del recinto amurallado de la Alhambra, -donde se aprecian incluso anotaciones a lápiz-, venían acompañadas de la esquela de Manuel Gómez-Moreno, quien fuera arqueólogo, pintor y presidente del Patronato del monumento nazarí.
Fernández -que también ha impartido formación sobre tasación de obras de arte- explica que, tras someterlos a luz ultravioleta, “comprobé que eran planos originales”. La única duda que rondaba al investigador y perito de antigüedades era la relativa a la autoría de los mismos puesto que Manuel Gómez-Moreno tenía un hijo con el mismo nombre, pero la inscripción timbre del estado, así como la fecha de su realización en 1886 descartaba la posibilidad de que fueran del hijo. Los manuscritos reproducen todo el recinto amurallado, con el perímetro dibujado y enumerado, así como todas sus torres, diferenciando las que son árabes de las posteriores. Describe una por una con sus nombres y sus cambios de denominación a lo largo de los años. Las anotaciones especifican que durante la ocupación napoleónica se volaron once torres, concretamente en la huida de los soldados franceses. Incluso, se señalan a las personas que vivieron en estos torreones. Además de erigirse como un importante testimonio histórico único, toman aún más relevancia porque se realizaron antes del incendio en 1890, en el que se perdieron para siempre numerosas joyas testimoniales.
Ahora, gracias a la suerte en el hallazgo de Fernández, y sobre todo a su generosidad, volverán al Patronato de La Alhambra, donde el benalmadense espera que “les den el lugar que merecen e incluyo puedan ser puntal de nuevas investigaciones”.
Si asombran estas historias, no se queda atrás el descubrimiento en el mercadillo de Benalmádena del casco de un auténtico héroe de la aviación: John Randall Daniel Braham, a quien se le atribuyen los derribos de 29 aviones enemigos y un reconocido don para desenvolverse en las batallas aéreas nocturnas.
Fernández confiesa que, “lo compré porque sabía que era de la II Guerra Mundial y despertó mi interés”, pero la verdadera sorpresa llegó cuando lo estaba limpiando y en uno de los auriculares “encontré doblado un documento de concepción de medallas en el que constaban las distinciones otorgadas entre 1939 y 1945, tal y como solía entregarse a los soldados que eran premiados con medallas por sus labores en acto de servicio, y las cuatro iniciales del que fue propietario: J.R.D.B”. Después de estudiar las medallas concedidas y las iniciales de los miembros de la armada británica laureados, “solo uno coincidía y no era otro que John Randall Daniel Braham”, uno de los pilotos de la Royal Army Force (RAF) más condecorados de la II Guerra Mundial.
José Fernández también es coleccionista. De hecho, fue el propulsor y director general de Expohistoria que se celebra en la vecina localidad de Torremolinos, un evento único en España que trae a la Costa del Sol a la crème de la crème del mundo de las antigüedades y el coleccionismo . Tiene ese “virus”, como él mismo lo denomina, que le hace visitar cada vez que puede un mercadillo, al que llega con la misma ilusión que tenía cuando era niño, y su abuelo le llevaba cogido de la mano a visitar el rastro para encontrar juntos algún tesoro. Una emoción que a Fernández le gusta compartir y prueba de ello son las exposiciones de sus colecciones privadas que ha llevado, por ejemplo, a los colegios de la ciudad. “Ni te imaginas la carita de los pequeños cuando les pongo un auténtico casco de astronauta o tienen en sus manos un verdadero meteorito”, confiesa, y es que para este perito judicial “esa sensación no tiene precio”. En breve, Fernández nos sorprenderá con otra de sus facetas: la de escritor, con la publicación de su libro El tasador de antigüedades, al que auguramos mucho éxito.
Ole Benalmádena ha logrado arrancarle un compromiso, y la próxima vez que haga una visita al mercadillo de la ciudad, nos dejará acompañarle para poderles contar en primera persona qué siente uno cuando recupera del olvido un trozo de historia.