jueves, septiembre 12, 2024
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Los aristocráticos ‘baños de olas’ con los que nació el turismo de sol y playa

En Benalmádena estamos acostumbrados a ver nuestras playas llenas. Miles de turistas ya nos visitan deseando darse su primer chapuzón en este caluroso verano. Lo que quizás desconozcas es que la conquista de las playas no fue un proceso fácil. Nos costó siglos que los baños veraniegos se convirtieran en una costumbre al alcance de todos. Las playas hace solo dos siglos estaban vacías y los baños prohibidos, incluso durante los meses estivales.

En la Edad Media, el mar inspiraba miedo y repulsión como consecuencia del legado de los antiguos romanos, quienes utilizaban las zonas costeras como un lugar de sanación, ejercicio y, también, de disfrute y sensualidad. Esta última práctica fue la que provocó su prohibición, pues durante siglos la costa fue considerada un espacio que promovía la promiscuidad y el mal. Así que, mucha culpa de que nuestros bisabuelos no pudieran darse un chapuzón la tienen nuestros ancestros de Benalroma, villa romana de trabajo y disfrute que ocupó Benalmádena costa. En la promiscua sociedad romana, las relaciones sexuales fuera de la pareja eran habituales y para los ciudadanos no esclavos existía una gran libertad sexual. De esta forma, un ciudadano podía mantener relaciones sexuales con su esposa en casa, con un hombre en los baños (dicen que de ahí viene el dicho “tirar la toalla”), con una prostituta en un burdel o con un esclavo, y sólo ser criticado si no era capaz de mantener cada cosa en su lugar.

Las mujeres de la época, incluso las griegas, ya usaban lo que ahora conocemos como bikini. Se han encontrado mosaicos del siglo IV d. C. en la villa siciliana de Piazza Armerina, en los se representa a jóvenes de familias acomodadas, nadando en el agua y practicando deporte, con trajes de dos piezas llamados ‘strophium’, una especie de bikini primitivo formado por un calzón y una banda a modo de sostén.

Sin embargo, con el advenimiento del cristianismo y su moral sobre la libertad y el cuerpo de la mujer, esta prenda cayó en desuso, imponiéndose modelos estilísticos que cubrían prácticamente toda la piel y que llegaban a pesar más de tres kilos.

Cómo decía, durante siglos al mar se le despreció y temió a partes iguales. Vamos, que no había niños jugando en la arena, ni nadie nadando o cogiendo sol en la toalla para poder presumir de moreno. Nada de nada. A mediados del siglo XIX seguía prohibido bañarse en las playas malagueñas antes de las diez de la noche, entre otras tantas restricciones, casi todas dirigidas a las clases más modestas (o lo que es lo mismo, a todo hijo de vecino), ya que los que se lo podían permitir, que eran muy pocos, disfrutaban con más flexibilidad del baño en el mar (siempre separados mujeres de hombres), previo pago, por supuesto.

Curiosamente fue la reina Isabel II la que inició la costumbre de bañarse en el mar después de una recomendación de sus médicos, que le aseguraron que existían beneficios para la salud (parece ser que tenía herpes, aunque en la mayoría de los escritos consultados solo se habla de una enfermedad en la piel). Después de visitar varias playas, la monarca eligió Santander para darse sus ‘baños de olas’ y, desde mitad del siglo XIX, puso esta ciudad de moda para darse, el ahora tan popular baño veraniego.

De ello queda constancia en el BOE de entonces, la ‘Gaceta de Madrid’, en la que se publicó el 16 de julio de 1847 un suelto titulado «Baños de oleaje, Santander», dando noticia de que «la espaciosa playa del Sardinero» había empezado a ser muy concurrida por «naturales» y «forasteros». La descripción de la «Gaceta» detalla las costumbres: los «bañistas» encontraban allí «casetas cómodas e independientes, trajes adecuados, seguridad y comodidad en los baños, camino hecho especialmente para ellos, y un carruaje a propósito destinado a su servicio». Vamos que, como ven, aprovechando el ‘tirón’ de la presencia real, se montó un rentable negocio en torno a la playa en una zona en la que años antes solo había mar y prado.

Como la mayoría de los españoles, la joven monarca no sabía nadar y no se escatimó en recursos para que tuviera todas las comodidades durante sus baños de olas. Le construyeron un kiosco para cambiarse de ropa y un vagón con rieles para trasladarla hasta la playa. Después, entraba en el agua cogida a una maroma (cuerdas grandes, que estaban enganchadas en la orilla), que era sujetada por unos mozos a los que se llamaba ‘maromos’.

Esto de los baños de olas no era entrar en el mar, esperar a la ola y salir, sino que existían chiquicientasmil recomendaciones médicas que se plasmaron en guías o manuales para bañistas. Al revisar algunos de estos escritos, hemos detectado que los facultativos médicos, según la zona, no se ponían de acuerdo en sus consejos, todo sea dicho. Que, si lo mejor son baños cortos, que no, que lo ideal eran los largos; es mejor entrar de sopetón para “sorprender a la naturaleza” y no dejar de moverse; otros indicaban todo lo contrario… Sin embargo, una de las recomendaciones en la que los médicos de la época coincidían al unísono era en que «si se sentía frío era conveniente tomar un vino», lo que favoreció la construcción de cafés y clubes para beber y relajarse tras el baño (¡bendita recomendación a la que debemos nuestros chiringuitos!).

Y así empezó el turismo de sol y playa al que tanto debe la economía de Benalmádena, un vocablo desconocido entonces que procedía de la palabra francesa ‘tour’, en referencia a las personas que viajaban, y de ahí turista. Aunque en los primeros años se escribía ‘tourista’, luego quedó como suena y la RAE terminó aceptando el término (le costó un poco como con almondiga, pero cedió).

Playas de Benalmádena en la década de los 60.

Ahora que conocemos de dónde proviene el turismo de sol y playa, solo me queda recomendarte que después del baño y la toalla, la gastronomía y la siesta -tan hispánica como romana, en la “hora sexta”-, una visita al Centro de Exposiciones y al Centro de Historia de Benalmádena -ambos con entrada gratuita- es un plan ideal de “otium cum dignitate” si estás ahora Benalmádena costa.

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