El yacimiento de los Molinillos ya es visitable a través de una pasarela que rodea la zona industrial de Benalroma dedicada entre el siglo I y III d.C. a la producción y exportación de aceite de oliva y posteriormente, reconvertida por nuestros ancestros romanos en fábrica de salazones -similar a la que tenían en Torremuelle-. Una visita que además se complementa con la atractiva propuesta museográfica del Centro de Historia de Benalmádena, situado justo al lado.
Hasta aquí todo perfecto, pues la decisión del actual Gobierno de Benalmádena (PP) de dar continuidad a esta iniciativa que emprendió el anterior (PSOE-IU) en la Edusi y que se encontró a la espera del visto bueno de la Junta de Andalucía al proyecto al objeto de su adjudicación, a nadie le cabe duda de que suma en cuanto a la puesta en valor del yacimiento. Pero tristemente ha sido la placa inaugural la que se ha alzado como gran protagonista y nos ha hecho preguntarnos dónde queda la ética pública. Ya no es que nuestros políticos no lleguen a entender que, en una sociedad democrática, las actuaciones políticas se deben realizar en beneficio de la ciudadanía y no a la mayor gloria del gobernante de turno, sino que en este caso en concreto, cuestionan la inteligencia de la ciudadanía y en especial, de quienes a lo largo de estos dos años han disfrutado del Centro de Historia de Benalmádena y de sus actividades.
Y es que, en la placa que ahora luce en el enrejado del yacimiento de los Molinillos reza que además de la puesta en valor del yacimiento, el Centro de Historia de Benalmádena anexo, que emprendió su andadura en 2022 y que han visitado miles de personas desde entonces, «ha sido inaugurado el 11 de julio de 2024» siendo alcalde, nuestro actual regidor, Juan Antonio Lara, quien desafiando a todas las reglas del protocolo, ha añadido incluso su firma al rótulo conmemorativo, como viene haciendo en las banderas del municipio que obsequia a deportistas locales, sacerdotes, etc.
Dentro del inmueble hay otra placa, con fecha de noviembre de 2022, de cuando abrió sus puertas siendo alcalde su antecesor, el socialista Víctor Navas.
Resulta rocambolesco, un sinsentido, que la placa conmemorativa de la puesta en valor del yacimiento de los Molinillos ataque a la historia del Centro de Historia de Benalmádena, que da a conocer la arqueología y el patrimonio municipal a todos los públicos de forma gratuita. Una “anécdota” que tendrán que relatar los guías turísticos cuando algún visitante curioso se percate del baile de fechas o que protagonizará algún capítulo de los libros que, fieles a la investigación de la documentación existente, dejen testimonio para la eternidad sobre la historia de nuestro municipio. De seguir así, nos tememos que llegará un momento en el que haya zonas en Benalmádena con más placas con nombres de alcaldes que farolas, en una gigantesca demostración de megalomanía pagada, eso sí, por todos los contribuyentes y en ocasiones, como en ésta, con ventajistas erratas en las fechas, que a pocos se les ha pasado desapercibidas.
Yacimiento Los Molinillos
Los romanos llegaron a nuestras tierras en el siglo II antes de Cristo, tras vencer a los cartagineses en la Segunda Guerra Púnica. Unos 200 años después, la población que habitaba en Benalmádena era completamente romana.
De esos tiempos, aún se conservan en nuestro municipio algunos interesantes restos arqueológicos que nos hablan de cómo eran, su modo de vida o su economía. Respecto a los resultados de las excavaciones en las diferentes partes de la villa de Benalroma, estos han revelado que se trata de una villa de plan diseminado, con construcciones separadas entre sí como módulos independientes que se fueron levantando sin un orden aparente.
Este tipo de asentamiento diseminado no es nada habitual, siendo Benalroma uno de los pocos ejemplos que se han encontrado en Andalucía. Siguiendo el modelo de villa diseminada, Benalroma está formada por tres núcleos en diferentes ubicaciones que componen una única villa.
En la avenida García Lorca, junto a la rotonda de Los Molinillos, se sitúan los restos de la pars fruturaria, dedicada a la actividad industrial de la villa y que ahora se pondrán en valor al ofrecer la oportunidad de ser visitada. En concreto, se trata de los restos arqueológicos de una factoría romana de aceite que estuvo activa durante los primeros siglos de nuestra era.
Aún se conserva parte de la sala de prensado, con los anclajes de las prensas labradas en piedra, donde encajarían las vigas de madera, y alrededor, un suelo de ladrillo con canales por las que discurría el oro líquido bético que una vez prensado hacia la sala de decantación.
El aceite es uno de los productos básicos de la dieta mediterránea ya desde época antigua, y junto con el vino y las salazones de pescado, se erige como uno de los elementos claves de la economía romana de nuestros territorios.
Esta almazara estuvo en uso durante 200 años, ya que en el siglo III después de Cristo se transformó, al igual que ocurrió en la zona ajardinada de Benalroma, en una fábrica de salazones. De esta etapa, de las que aún perduran una serie de piletas de salazones y los restos de un horno de cerámica, en el que se producirían las ánforas destinadas a transportar nuestros productos por el Mediterráneo hasta el siglo V d.C.
Entre ambos espacios, en el año 2004 con motivo de unas obras en la carretera, aparecieron parte de unas termas, y una habitación con un mosaico de decoración geométrica habitual en la musivaria romana. El complejo industrial de la villa romana de Benalroma conserva restos de un horno alfarero que se usaba para cocer principalmente ánforas, que servían para envasar, conservar y transportar las salazones de pescado producidos en la factoría. Igualmente, el horno se utilizaba para la fabricación de cerámicas con uso doméstico. Y es que, desde su nacimiento hasta su muerte cada habitante de aquel mundo romano benalmadense precisaba para todas las actividades de su vida diaria, de manera directa o indirecta, cerámicas de todo tipo.
Todos estos restos son probablemente parte de una misma villa a mare de grandes dimensiones, que estuvo en uso al menos durante 500 años, desde el siglo I d.C. al siglo V d.C. dedicada a la explotación del campo y del mar, con una parte lujosa que se localiza en Benalroma -en avenida de Las Palmeras se encuentran los restos de la pars urbana, área de vivienda del dueño de la villa- y otra parte industrial, que ya es visitable a través de una pasarela.
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