miércoles, enero 22, 2025
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Las obras en Benalmádena pueblo podrían sacar a la luz su pasado árabe

Toda obra en el casco histórico de una ciudad supone una oportunidad única para redescubrir su pasado. Los actuales trabajos de remodelación en Benalmádena pueblo de la plaza de España, calle Santo Domingo, plaza de la iglesia y calles Dos Olivos y Pío XII podrían sacar a la luz vestigios de sus orígenes en el periodo de la presencia musulmana, cuando se construyó una gran fortaleza y una villa amurallada, de la que poco ha sobrevivido al transcurrir de los años.

La Benalmádena nazarí estaría conformada por dos cuerpos principales, la fortaleza y la villa o arrabal amurallado. El castillo se edificó en la zona en la que se encuentra la iglesia de Santo Domingo de Guzmán y Jardines del Muro del arquitecto César Manrique, uno de los lugares, por cierto, más mágicos por el que nuestra ciudad se asoma al mediterráneo.

Las investigaciones revelan que la fortaleza árabe de Benalmádena estaba formada por un recinto amurallado almenado, con numerosas saeteras, del cual se han conservado algunos lienzos, y jalonando el perímetro se habrían construido torres huecas, al menos en su parte superior, unidas mediante adarves elevados, que contaban con unas puertas para acceder a las torres.

El elemento más importante del castillo era la llamada Torre principal o mayor, a la que se accedía a través de una puerta situada en su base, -estaba defendida por una ladronera-, y servía de refugio además de erigirse como posible residencia del alcaide.

De la fortaleza árabe de Benalmádena ha sobrevivido un tramo de lienzo de la muralla en el lado sur, dentro de los Jardines del Muro. Se trata de unos 59 metros de lienzo del castillo, que ha sido remodelado en distintos momentos, aunque en las algunas áreas parece que conserva la tapia de calicanto probablemente de los restos de la construcción original.

Así, durante el siglo XI la vida en Benalmádena se desarrollaba dentro de aquellas murallas y de la fortaleza, diseñadas fundamentalmente para proteger a la población. Y será en este tiempo, cuando los musulmanes desarrollen en nuestro municipio la agricultura e introduzcan la caña de azúcar, los higos, la uva y la morera, de lo que queda constancia en los restos de cerámicas y tejas encontrados en el entorno del Arroyo Casablanca.

Junto a la agricultura y ganadería, la principal actividad económica de Benalmádena en aquel entonces fue la minería, basada en la extracción del hierro, y pese a no están estudiadas en profundidad, se deduce la existencia de poblaciones o asentamientos en torno a las minas que, según la teoría más aceptada por los historiadores, podrían haber dado nombre a nuestra ciudad (a partir del sonido en árabe Ibn al-ma´din que quiere decir ‘Hijos de las minas’), aunque no se puede obviar a este respecto, la existencia otras tantas hipótesis.

Durante la segunda mitad del siglo XII, según apuntan distintos estudios académicos, nació en Benalmádena Ḍiyāʾ al-Dīn Abū Muḥammad ʿAbd Allāh b. Aḥmad al-Malāqī, más conocido como Ibn al-Bayṭār, considerado uno de los farmacólogos más importantes de la historia de la ciencia y, por supuesto, uno de los científicos andalusíes que más aportó a esa disciplina. Aunque se conservan pocos datos biográficos sobre su niñez y juventud, se cree que aquí residió hasta los 18 o 20 años, edad en la que se trasladó a Sevilla, con la intención de ampliar sus conocimientos de la mano de los más prestigiosos y conocidos botánicos musulmanes de la época.

De nuestro pasado nazarí, también se conservan torres almenaras (Torre Quebrada y Torre Bermeja) que aún hoy nos hablan de otros tiempos, de Al-Andalus, y de la conquista cristiana (torre vigía de Torremuelle). Todas ellas remodeladas más tarde por los Reyes Católicos para la defensa de la costa a fin de evitar la entrada de musulmanes y berberiscos procedentes de África.

La letal ‘cabalgada’ de Enrique IV

Tanto el castillo y villa de Benalmádena pueblo son destruidos en 1456 por los ejércitos cristianos, al mando del rey Enrique IV de Castilla y los vecinos se ven obligados a refugiarse en Mijas para reconstruir sus casas, que posteriormente volverían a ser destruidas en 1485 por Fernando el Católico en su reconquista definitiva.

Sería el 8 de noviembre de 1491 cuando los Reyes Católicos encomendasen al ecijano Alonso Palmero la repoblación de Benalmádena con 30 cristianos viejos. En concreto, las crónicas de la época señalan que fue un viernes 17 de febrero de 1493 cuando Palmero entra en Benalmádena, «con mujer, hijos y ajuar de casa» y que dispone de un plazo dos años para lograr repoblar nuestro municipio, un trabajo por el que recibirá treinta mil maravedíes anuales.

En esta época se castellaniza el topónimo árabe de la villa, que comienza a llamarse Benalmaina y también volvemos a encontrar información escrita de la que fuera la fortaleza musulmana, pocos años antes arrasada por completo, puesto que se exige a Palmero “como mínimo, construir la villa y su castillo, y por supuesto, defenderla de todo peligro, especialmente del que provenga de la mar”.

Sobre el derruido castillo musulmán de Benalmádena, “debía reparar las cinco torres y sus bóvedas, levantar los adarves y construir la casa en la que viviría con su familia, así como levantar un torreón nuevo en el arrabal en la muralla que rodeaba a Benalmádena y junto a él, una entrada con su puerta y otra torre sobre la puerta que sale a la sierra”.

El interés del rey en repoblar Benalmádena se debía esencialmente a su situación estratégica; y evidentemente para la seguridad de los repobladores era necesaria la reparación de las torres y del castillo musulmán, mandato que jamás llegó a desarrollarse.

Y es que, los deseos reales se vieron frustrados por el destino, que deparaba otros planes para Benalmádena. Un terremoto en 1494 junto a los continuos ataques de los piratas (que además de llevarse todo lo que había que era bien poco, secuestraban a los vecinos para venderlos como esclavos), así como las sequias y epidemias contribuyeron a que de nuevo se quedara deshabitada. Sin embargo, Palmero no desiste en su empeño y vuelve a buscar familias para cubrir el cupo de los treinta habitantes requeridos.

Éste no fue el último reclutamiento, pues el reparto de tierras volvió a dar problemas (incluso hubo asesinatos), a lo que cabe sumar un nuevo terremoto y un maremoto, por lo que hasta el propio secretario real, Hernando de Zafra, tuvo que enfrascarse en la búsqueda de nuevas familias para que vinieran a vivir a Benalmádena. Y no será ya hasta la década de 1560 cuando empiecen a instalarse colonos cristianos y normalizarse la vida cotidiana en nuestro municipio.

Aprovechando los espacios y estructuras que quedaron como testigos del castillo árabe, también por deseo de los Reyes Católicos, se levantó la iglesia de Santo Domingo de Guzmán -y posteriormente, un camposanto-. En concreto, algunos autores señalan que se edificó sobre lo que era la antigua mezquita o cementerio árabe.

Sus Majestades en sus viajes de Ronda a Granada por la costa hacían noche en la zona donde actualmente se sitúa la iglesia más antigua de Benalmádena debido a su ubicación estratégica pues desde allí se divisaba y divisa casi toda la Costa del Sol. En una de aquellas visitas, Fernando el Católico encargó a los dominicos que le acompañaban, la construcción del templo con la advocación a Santo Domingo de Guzmán en honor a quienes eran sus confesores reales.

Y sería a finales del siglo XV cuando aquella encomienda se hizo realidad, pero esa primera iglesia, cuentan que solo resistió en pie 59 años porque fue devastada por un terremoto. Hubo que esperar hasta 1621 para que finalmente fuera reconstruida tal y como hoy la conocemos, aunque la realidad es que no permanece intacta puesto que ha experimentado varias reformas, siendo la última en 1998.

De aquella Benalmádena musulmana hoy tenemos como recordatorio la antigua muralla en la que ahora están los Jardines del Muro, construidos siguiendo su trazado y de la que apenas si quedan algunos murales, parece ser que originales, dispersos.

De hecho, gracias a la documentación fotográfica del siglo XIX, se ha podido comprobar que esta estructura conservó gran parte del lienzo hasta bien entrado el siglo XX, coincidiendo posiblemente con la actuación de ajardinamiento al sur del lienzo por parte del arquitecto canario César Manrique, que reinterpretó en 1980 todo el entorno para convertirlo en un paseo que permite disfrutar de unas espléndidas vistas de la costa.

Ahora, las obras de remodelación que se están ejecutando en el pueblo se erigen como una excelente oportunidad para conocer más sobre esta etapa de la historia de Benalmádena y, cómo no, para luchar por una mayor protección patrimonial de los tesoros arqueológicos que pudieran resurgir bajo estas calles que nos transportan al paso de antiguos pueblos que se asentaron en nuestras tierras y que participaron activamente en construir la cosmopolita Benalmádena que hoy día conocemos.

De momento, la expectación es máxima y los movimientos de tierra necesarios para la ejecución de los actuales trabajos de mejora en distintas calles de Benalmádena pueblo cuentan con la supervisión y control de un arqueólogo, tal y como exige la Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía para velar por la salvaguarda del legado de nuestro pasado.

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